jueves, 21 de noviembre de 2013

Tercer Mandamiento: No matarás…

    ¿Te has preguntado alguna vez la verdadera razón por la cual los seres humanos estamos dispuestos a matarnos los unos a los otros? Existen muchas excusas: guerras, celos, venganza, envidia, frustración, rabia, etc., pero una sola  razón: nuestra propia infelicidad. Una persona que ama a su prójimo como a sí misma no siente el impulso de matar a nadie, sino más bien de protegerlo, cuidarlo, amarlo. De ahí que la tarea más urgente que pueda haber sea descubrir esta felicidad interna. Por eso dijo Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con toda tu mente, todo tu corazón y toda tu alma”. Es decir que, lo primero que debemos hacer es conocer la felicidad que es Dios y, cuando lo hagamos, todas las piezas del rompecabezas encajarán en su sitio: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás os será dado por añadidura”.

    Para hacer esto necesitamos una mente en paz, pero una mente en paz no se consigue asesinando a alguien. El asesino da origen a un incendio muy difícil de apagar: el sentimiento de culpabilidad, el miedo a ser descubierto, el odio y sed de venganza de los agraviados, harán de su vida un infierno.


    Igual te pasará si impones tu criterio por la fuerza, si matas los sueños y esperanzas de tus semejantes, si ahogas su legítimo anhelo de respeto y libertad. Aquellos que tengan poder harán bien en tomar nota. Nunca es tarde para rectificar.

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