Robar es despojar a otro
de sus pertenencias. Cuando robamos (y
esto incluye desde un hurto hasta un sofisticado desfalco a las arcas del
Estado) causamos un daño terrible. No solo dejamos a mucha gente desamparada, sino que los humillamos, pisoteamos su
dignidad y, despreciamos el esfuerzo que han hecho para tener mejores
condiciones de vida. Al actuar de esta manera, generamos sentimientos de
venganza y odio hacia nosotros y nuestras familias, lo que termina en un
envenenamiento progresivo de la sociedad. Nadie en su sano juicio puede querer
esto para sus hijos.
“No le hagas a los demás lo que no te gusta
que te hagan a ti…”
“Dios”
no tiene porqué seguir siendo una palabra vacía. Si nos esmeramos en cumplir estos mandamientos
al pie de la letra, veremos cómo, poco a poco,
paso a paso, revertiremos las tendencias negativas generadas,
precisamente, por su incumplimiento, y
logramos transformar el mundo en un lugar civilizado, espiritualizado y justo,
donde habrá sitio para todos…
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