jueves, 21 de noviembre de 2013

El primer mandamiento: Amarás a Dios por sobre todas las cosas…

   
¿Qué significa esto? Resulta fácil amar a un hijo, a una esposa, una mascota etc. Son  seres tangibles que podemos ver y con los cuales podemos interactuar y comunicarnos, pero…  ¿Dios?

¿Cómo amar a Dios si no lo podemos ver, ni escuchar, ni tocar?

 “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, nos dice Jesús pero - ¿cómo poner esto en práctica?

No es tan difícil, si recordamos  que Dios está igualmente presente en todo lo que existe. No hay seres, ni cosas, ni nada que pueda existir en ausencia de esa fuerza que llamamos Dios. Dios es la vida omnipresente, homogénea, monolítica, que anima y sostiene, desde la partícula sub-atómica más pequeña, hasta el planeta más grande. Por lo tanto cada persona, cada animal, cada hoja de hierba, es una manifestación singularizada de Dios.

Si lo vemos de esta manera, veremos a Dios en todas partes. Y nos será fácil amarlo, porque todos los seres vivos estamos sujetos al sufrimiento, y agradecemos cualquier gesto de consideración, bondad, amabilidad o aprecio que se tenga con nosotros. Podemos amar a Dios amando a sus criaturas: una caricia, una palabra de aliento, una ayuda, bien sea dada o recibida, es un gesto de amor. Regar una planta sedienta, dar limosna, enseñar a un niño, acompañar al que está solo, escuchar con deleite el canto de un pájaro, es amar a Dios.

Estar agradecido por nuestra casa, nuestra familia, nuestro trabajo; por una hermosa puesta de sol, por una sonrisa, por un chiste, por un vaso de agua, es ser conscientes del amor de Dios por nosotros. Analizar y compartir la palabra de Dios también es amar a Dios.

Cuando tomamos consciencia de este intercambio de amor que fluye, de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia Dios, se establece una corriente, una relación, que se expande hasta incluirlo todo y, de la manera más maravillosa, borra la frontera que nos separa de Dios y cambia nuestra vida para siempre. Y eso es Dios: una felicidad interna, siempre presente, que no depende de nada y que no puede ser destruida.

La verdadera vida comienza cuando  Dios deja de ser una palabra y se convierte en una Realidad.

Hay tres  niveles de relación con  Dios. El primer nivel es el más superficial: Rezamos un poco (generalmente pidiendo favores), vamos a misa de vez en cuando y poco más. Las personas que están en este nivel no están realmente tomándose los mandamientos en serio, y necesitan meditar y madurar.

    El segundo nivel es cuando  anhelamos conocer a Dios de todo corazón y entregamos cada segundo de nuestras vidas  a buscarlo. Esta búsqueda puede incluir lecturas, conversaciones, meditaciones, oración, invocaciones y todo tipo de actividades que mantengan nuestro interés girando en torno Él / Ella. No lo vemos, no sentimos su presencia, pero nos entregamos a la búsqueda con todas nuestras fuerzas en la certeza de que, tarde o temprano, seremos bendecidos con una  sensación interna de felicidad que nos revelará su presencia.

    En este estado nuestras energías están orientadas hacia la bondad, la verdad,  la compasión, etc. y,  por lo tanto, es poco probable que un individuo seriamente comprometido con estos ideales vaya a poner la política por encima de su relación con Dios;  al dogmatismo y al conflicto por encima de la concordia y el entendimiento.

    El tercer nivel es cuando nos fundimos en Dios, embriagándonos  con su Amor, haciéndonos uno con Él /Ella. Nos invade la Bienaventuranza y la Gloria indescriptible del Espíritu, y es en ese estado de profunda paz que podemos, verdaderamente, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos porque, en esencia, nuestro prójimo y cada uno de nosotros somos la misma sustancia; el factor vivificador y unificador presente en cada ser, más allá de las apariencias. En este estado desaparecen el miedo y el estrés ocasionados por el sentido de separatividad,  pues la unidad  lo incluye todo y jamás puede estar en peligro.

    Llegar a vivir en este tercer nivel es el verdadero propósito de la existencia... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario