jueves, 21 de noviembre de 2013

Cuarto mandamiento: No prestar falso testimonio ni mentir…

    No estamos hablando de las mentiras piadosas con las cuales uno busca suavizar o matizar una situación a fin de ahorrarle un sufrimiento innecesario a otra persona. Nos estamos refiriendo a mentiras premeditadas. Aquellas que se usan para imputarle la responsabilidad de un hecho a una persona inocente, desviando así la atención del verdadero culpable. Esta es una actitud aborrecible, cruel, mezquina y, diametralmente opuesta a la ley de Dios. Si somos o, hemos sido culpables de esta conducta, debemos tratar por todos los medios de rectificar y pedir perdón a los afectados y, en la medida de lo posible, reparar el daño hecho. 

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